Era 18 de noviembre, el día en que por fin podía decirle al mundo (que vive en Birmingham) quiénes eran mis padres. Recuerdo las primeras semanas aquí cuando la soledad y la añoranza sembraron ganas en mi interior de gritar con fuerza que tenía padres, que no estaba sola en el mundo. Y por fin aparecieron por la puerta de llegadas. Tan guapos y jóvenes, sonrientes y emocionados. Y yo, "con mi abrigo azul". Cuántas ganas tenía de abrazarles. De enseñarles mi nuevo hogar, mi nueva ciudad, mis nuevas calles y paseos, mis bares y mi escuela. Les preparé un plato de pasta con verduras y queso gratinado al horno, que viene siendo uno de los únicos ¿cinco? platos que sé cocinar. La cerveza no escaseaba en la nevera, cargada para la ocasión. La tarde transcurrió a lo largo de los canales y el mercado alemán. Intentamos repetir el recorrido que 29 años atrás fuera su luna de miel. Stratford, ciudad natal de Shakespeare, fue nuestro destino del día 19, su aniversario de boda. Mi padre se quedó con las embarcaciones que habitan los canales ingleses, todas customizadas al gusto de sus dueños. Mi madre con los patos. Momentos como el de los jardines de la iglesia, que me reservo por el derecho a la intimidad de mis padres, me dejaron constancia de que no habían cambiado. O el de dentro de una lujosa tienda de Londres. Pensándolo bien, ¿por qué iban a hacerlo? El viernes anduvimos por los lugares más turísticos de Londres. A mi madre no se le resistieron los leones de Trafalgar Square. Comimos en un pub inglés las tradicionales jacket potatos. Y para mi sorpresa, les encantó Candem Town. El sábado casi pierdo mi nuevo sombrero, regalo de mi padre. Pero con paciencia e insistencia conseguimos pescarlo del canal. Casi lloro, tengo que reconocerlo. ¡Ah no lo he dicho, todos los días fuimos de compras! Y el sábado no iba a ser distinto. Esta vez en el famoso y siempre abarrotado Bullring. La madrugada del domingo fue triste. Taxi de ida. Despedida. Taxi de vuelta. A seguir durmiendo, no sin antes echarme en la cama de mis padres como una niña de cuatro años, a oler las que habían sido sus almohadas. Se acababan de ir y ya les echaba de menos. El domingo fue triste, pero superable. Todo tiene una explicación: tener los mejores padres del mundo.
Nuestra nueva dirección en Birmingham da nombre al blog que abrimos para compartir con nuestra gente, y tod@s l@s que quieran, nuestra aventura de emigrar en busca de un futuro mejor. Nos llevaremos el inglés, trabajo pero sobre todo una experiencia que esperamos que sea inolvidable. Aquí os contaremos nuestras odiseas, nuestros viajes, nuestro día a día, con cagadas del pitisglish incluidas! Esperamos que paséis buenos ratos en 39 Cox Street NEWS. ¡Nos vemos en los bares!
lunes, 21 de diciembre de 2009
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