miércoles, 27 de febrero de 2013

Cinismo de los farmacéuticos protegidos

Más portales especializados que medios de comunicación generalistas se están haciendo eco del anteproyecto de ley que prepara el Ministerio de Economía que desvincula la propiedad y gestión de las farmacias en España. O lo que es lo mismo, la liberalización de este sector. Es decir, final de un chollo prehistórico que beneficia a los dueños de las farmacias y sus hij@s.

El País es de los pocos medios donde he leído noticias al respecto. La primera llegó el pasado día de los inocentes. ¡Y no era una broma! La segunda este 12 de febrero titulado 'La farmacia en el supermercado'. En ambos artículos destacan los inconvenientes frente a las ventajas que este cambio supondría. En esta estrada me gustaría contar mi punto de vista como paciente que ha vivido y disfrutado de ambos sistemas.

Escudándose en la fantástica red de farmacias que garantiza el acceso a medicamentos hasta en las zonas más rurales y poco rentables de España, los farmacéuticos titulares de oficina están realmente defendiendo su protegido y privilegiado negocio. Y lo entiendo. Pero que no se acoplen al discurso pro sanidad pública porque no me lo creo.

En el Reino Unido, uno de los países en los que se fija el estudio del ministerio de De Guindos, no sólo hay grandes cadenas de farmacias como Boots y Lloyds situadas en las principales zonas comerciales y núcleos de población. La liberalización del sector da opción a que farmacéuticos sin 'papás farmacuéticos' abran farmacias independientes, de menos volumen de negocio, que son las que normalmente dan servicio en zonas rurales. Es decir, hay igualdad de oportunidades para los farmacéuticos licenciados.


¿Qué casualidad que el modelo español es el mismo que el griego, italiano, portugués...? Sin embargo en Francia, Holanda, Suecia, Alemania, Reino Unido o Irlanda está parcial o totalmente liberalizado. En España se presume de disponer de una botica por cada 2.126 habitantes. En Bélgica, con las 'temidas' grandes cadenas, hay una farmacia por cada 2.072. Y en Reino Unido, una por cada 4.914 personas.

Respecto a la extendida crítica de que el beneficio económico primará frente al servicio al cliente/paciente, he de decir el trato de los farmacéuticos en Inglaterra me ha parecido siempre más comprometido que el de los Españoles (salvando excepciones, como en todos los lados). Creo que los profesionales en UK se preocupan en general de reciclarse, de mejorar los servicios que ofrecen, de ser amables y resolutivos con los clientes, de aconsejarlos... no tengo absolutamente ninguna queja del trato 'comercial' que he recibido, si quieren llamarlo así. En cambio, el trato 'médico y de servicio público' que se defiende por parte de los titulares de farmacias en España se resume en la mayoría de ocasiones en recortar un código de barras. Y lo entiendo, si no hay competencia, hay acomodamiento.

Al presidente de la Sefac le pregunto: ¿Qué hay de malo en que las grandes cadenas comercialicen sus propios genéricos y productos? Y continúa: “Vender fármacos en las grandes superficies contribuye a banalizar el medicamento. Con esas medidas no se logra atajar el problema del sobreuso”. Según mi experiencia, encontrar una farmacia dentro del supermercado me ha facilitado las compras y ahorrado tiempo. Y en absoluto he vanalizado el consumo de fármacos, algo que sigue estando controlado por el farmacéutico, que a su vez cumple estrictamente las normas del colegio bajo riesgo de ser expulsado y no poder ejercer la profesión nunca más si comete un error grave. Además, el sobreuso es competencia del Gobierno y la política de Salud aplicada. El sobreuso empieza en la consulta médica. En Reino Unido no existe la figura del visitador y el farmacéutico realiza funciones de seguimiento y mejora de la medicación en pacientes coordinado con el médico que firma la receta. Así sí se ahorra.

¿Disminuirían los puestos de trabajo? Creo que bajaría el número de farmacéuticos titulados contratados pero en cambio aumentaría la cantidad de licenciados que podrían abrir su propia farmacia sin necesidad de los puntos y el dinero de papá o mamá o sin el freno de la normativa actual, que restringe el número de boticas según los habitantes y favorece la fuga de cerebros.

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